Visten prendas retro con un toque de exclusividad, ellas llevan melenas largas y aparentemente descuidadas, como las barbas que lucen ellos, y les gusta la música folk, el pop y el electropop poco conocido para el gran público –sus festivales estrella son el Primavera Sound de Barcelona o Coachella, en California-. Estudian carreras que les permitan desarrollar la visión artística del mundo que les rodea –Bellas Artes, Diseño, Arquitectura, Literatura, Fotografía, etc.- y son fieles defensores y practicantes del ecologismo urbano.
Y, aunque ellos mismos no se reconocen como tal, es relativamente fácil llegar a identificar a un hipster tomando como referencia algunos de sus elementos más identificativos y que, actualmente, marcan tendencia para muchos jóvenes.
Se trata de un colectivo que nació entre los años 1999 y 2000 en los barrios de Lower East Side y Wiliamsburg de Nueva York y que, tal y como indica el autor del libro ¿Qué fue 'lo hipster'?, Mark Greif, define "un tipo de subcultura generada por el neoliberalismo".
De hecho, su leitmotiv es conseguir que predomine lo “alternativo”, lo diferente, lo poco convencional, pero teniendo en cuenta que los hipsters pertenecen mayoritariamente a las clases medias y medias-altas que han buscado trasladarse de los barrios más acomodados a los más urbanos, los culturalmente más activos.
De ahí que, igualmente, busquen estar siempre informados de las últimas vanguardias, incluidas las referentes al mundo de la moda, aunque en su estilo, en general, recuerde diseños de los años 60 y 70 del siglo pasado –vestidos románticos y florales para ellas y vaqueros y camisetas con mensaje para ellos, que pueden completar con detalles poco convencionales como unos tirantes o una pajarita-.
También les identifica el cine de autor o películas como la francesa Amelie –la actriz Audrey Tautou se alza como un icono hipster en este papel-, algunas series televisivas de culto y libros que huyan de los bestsellers.
En definitiva, para encontrarse con un hipster, sólo es necesario pasearse por los barrios que hoy podrían considerarse cool en muchas ciudades –pese a que hayan tenido un pasado oscuro- y sentarse tranquilamente en cualquier cafetería con aire retro-chic –y que disponga de una buena conexión wifi- a esperar que uno de ellos entre por la puerta.
Foto 1: Marta Capón Fotografía
Foto 2: Daniel Guillamón